¡Hola!
Hace un tiempito les propuse trabajar
en nuestro propio proceso de desarrollo personal. ¿Recuerdan?
Así fue como compartí con ustedes lo
que para mí significaba vivir de manera consciente, haciendo buen uso de
nuestra libertad.
Hoy, para cerrar, los invito a vivir de
manera responsable y espiritual, para lograr, de este modo, seguir trabajando
en nuestro SER persona. Para esto, y tal como
lo hice hasta ahora, compartiré mi sentir en primera persona, para adueñarme y
hacerme cargo de mis palabras.
Vivo de manera responsable, cuando me hago cargo de mi vida, cuando asumo las
consecuencias de mis acciones y no me victimizo o culpo a otros
cuando los resultados no son los esperados. Siendo libre y responsable, no
limito mi vida ante la culpa y tampoco cargo con culpas impuestas. Por el
contrario, contacto con mis temores, sentimiento que generalmente subyace a la
culpa, para transformar dicho miedo en coraje y resolver de manera responsable.
Como tal, no me engaño ni me miento, entablo diálogos reparadores conmigo
mismo y los demás, para encontrar soluciones y no quedarme masticando enojos y
culpas en laberintos sin salida.
Ser responsable de mi vida me permite
reconocerme como una persona comprometida, auténtica y honesta que responde por
sus actos de manera madura.
Vivo de
manera espiritual cuando, atravesando el límite que me separa de mi esencia, puedo
encontrarme con esa sabiduría organísmica de la que habla Carl Rogers, para ser
cada vez más una persona integrada y auténtica. Ser espiritual es contactar con
mis luces y sombras, aceptarme y permitirme ser quien realmente soy. Viviendo
así, desde mí, ilumino mi vida y la de los demás. Siento alegría, soy genuino. Soy lo
que soy.
Antes de despedirlos, les dejo estas
preguntas y unos ítems para reflexionar.
- ¿Estoy viviendo una vida consciente, libre, comprometida y espiritual?
- ¿Vivo desde mí, sin dejar de respetar a los otros, o vivo para la mirada de los demás?
- ¿Siento que estoy viviendo una vida plena?
Es sabido
que la escuela es un eslabón importantísimo en el proceso de identidad y
sociabilización de sus alumnos. Por eso, como adultos y docentes que se
relacionan con niños, tengamos siempre presente que, en cierta manera, somos formadores
de almas.
No dejemos
de practicar en nosotros la autoobservación y autoescucha como pilares
importantes de un crecimiento permanente e individual, motivando, lo mismo, en
nuestros alumnos.
Hagámosle saber
a los chicos que como seres únicos, individuales y diferentes a los demás
cuentan con herramientas personales que les permiten potenciar sus fortalezas y
capacidades, ayudándolos también a reconocer y superar sus dificultades y
miedos.
Ahora sí,
abrazos y saluditos al por mayor.
Clr. Alejandra Apicella